En el corazón de la Región Huetar Norte, un proyecto de la Universidad de Costa Rica (UCR) está abriendo camino para pequeños productores y asociaciones rurales que buscan transformar su realidad económica. A través del proyecto “Desarrollo Agroindustrial Regional Estratégico” (DAIRE), adscrito al Centro Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos (CITA), se impulsa el fortalecimiento de capacidades técnicas, sanitarias y productivas en zonas tradicionalmente olvidadas por el desarrollo.

“El DAIRE nació hace 25 años con el objetivo de apoyar a los productores rurales, y hoy sigue vigente y alineado con las necesidades del país”, señala la coordinadora del proyecto, Ileana Maricruz Bermúdez. “Identificamos asociaciones, especialmente de mujeres, para que puedan optimizar sus materias primas con valor agregado. Esto cambia completamente el enfoque tradicional de producción en la región”, indicó.

Actualmente, DAIRE trabaja de manera intensa en Upala, como parte de una alianza estratégica con la Municipalidad del cantón. Allí, han identificado los principales retos de los emprendedores locales: desconocimiento de la normativa sanitaria, carencia de equipo adecuado para procesar alimentos, ausencia de etiquetado nutricional y barreras para acceder a mercados más amplios. “Nos dimos cuenta de que los productores saben cosechar, pero no siempre saben cómo transformar lo que producen. Nuestro papel es brindarles asesoría técnica sobre procesamiento, calidad, inocuidad y comercialización”, afirma Bermúdez.

El rostro de los emprendedores rurales

En Upala el proyecto se desarrolla en dos frentes. Por un lado, apoya a 13 emprendedores y emprendedoras del proyecto Plaza Feria, quienes elaboran productos como panadería, bebidas naturales pasteurizadas y comidas listas para el consumo. Por otro lado, acompaña a 13 asociaciones rurales que trabajan con productos como tortillas de maíz, cúrcuma, jengibre, cajetas y servicios de alimentación, vinculadas al Centro de Valor Agregado, que está en desarrollo con el liderazgo de la Municipalidad. La idea es que productores y emprendedores de las comunidades de La Victoria,  Llano Azul, Aguas Claras, Cumusa, Fósforo, San Isidro, Betania, La Puebla de Méjico y América puedan elaborar y entregar sus productos en un centro de acopio.

Milieth Arias, Ingeniera en alimentos del CITA y facilitadora de los talleres, detalla que: “capacitamos en Buenas Prácticas de Manufactura, Manipulación de Alimentos, Etiquetado Nutricional y Permisos Sanitarios. Escuchamos a los productores, trabajamos con ellos sus etiquetas y también realizamos pruebas sensoriales y químicas para mejorar la calidad de sus productos”.

Estas actividades tienen lugar en espacios como la Biblioteca Pública Porfirio Campos, y han reunido a personas de asociaciones como AMOSI Yolillal, AMODA, APEGACUMI y la Panadería El Delirio, entre otras. Los talleres están pensados para resolver situaciones reales que enfrentan los emprendedores, como la reciente clausura de puntos de venta por parte del Ministerio de Salud.

Ciencia aplicada y trabajo conjunto

La transferencia de conocimiento no se limita a las personas investigadoras del CITA. Participan también estudiantes de Ingeniería de Alimentos y Economía Agrícola de la Sede Regional de Guanacaste, como parte de sus trabajos comunales universitarios (TCU). De esta forma, el proyecto se convierte en una experiencia de aprendizaje tanto para los productores como para los futuros profesionales.

“La colaboración interinstitucional ha sido clave. Hemos trabajado con la Municipalidad, el INDER y otros entes públicos. Ellos nos plantean sus necesidades y nosotros brindamos acompañamiento técnico para cumplir con las normativas vigentes”, destaca Maricruz.

Uno de los objetivos a mediano plazo es apoyar la innovación en productos a base de tubérculos como yuca, curcuma, camote y malanga, desarrollando harinas alternativas o snacks. Para ello, se realizan visitas a fincas y análisis de materia prima, con el fin de diseñar procesos viables y rentables.

Equipamiento y calidad del producto

Los retos no son menores. “Los productores están lejos de los principales mercados del país, como el GAM. Hay brechas enormes en términos de infraestructura, equipo, acceso a información y cumplimiento legal. Algunos no logran ubicar sus productos ni obtener buenos precios”, enfatiza la coordinadora.

Ante esta situación, DAIRE y sus aliados siguen apostando por el acompañamiento cercano, aunque reconocen que existen limitaciones presupuestarias desde la UCR. “Lo que nos corresponde es la transferencia de conocimiento, pero muchas veces nos enfrentamos a necesidades que van más allá, como equipamiento e infraestructura. Para eso se requiere articular esfuerzos con otras instituciones. Si se puede trabajar en conjunto, se pueden transformar las realidades de nuestros territorios”, concluye Maricruz.

En los últimos tres años, las capacitaciones han contribuido a que emprendedores mejoren sus productos, accedan a nuevos mercados y eleven sus estándares de calidad.