La discapacidad es un tema más social que personal
La Universidad de Costa Rica cuenta con varios programas para su abordaje integral
Estudiantes del Programa Institucional de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva a la Educación Superior (Proin).
La discapacidad no es un atributo de las personas, no se determina por las características físicas, médicas, ni la falta de habilidades o capacidades con respecto a los demás. Lo que determina la discapacidad es un contexto inadecuado causante de barreras.
La discapacidad aparece cuando una persona con una deficiencia física, sensorial, psíquica (mental) o cognitiva encuentra un obstáculo, ya sea actitudinal, social, legal, económico, institucional o estructural, que impide el disfrute pleno de sus derechos en igualdad de condiciones que las demás personas.
Esta interacción con las barreras hacen que esta población sea víctima de discriminación, exclusión y los coloca en situación de vulnerabilidad social. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, la tasa de desempleo de las personas con discapacidad es mayor con respecto a las personas sin discapacidad en América Latina y el Caribe (24 % para hombres y 12 % para mujeres), los salarios son mucho más bajos, tienen menores tasas de promoción de los sistemas educativos y, producto de esta exclusión del sistema educativo, muestran menos habilidades que les permitirían incluirse en el mercado laboral. El analfabetismo, por ejemplo, es cinco veces más alto entre personas con discapacidad (22.1 % frente a 4.3 %). Los niños y las niñas con discapacidad tienen más posibilidades de abandonar la escuela, ausentarse de clases, sufrir discriminación y violencia en el contexto escolar. Entre más avanza el nivel educativo, mayor es la tendencia a abandonar los estudios, lo que muestra la dificultad para mantener al estudiante con discapacidad motivado y con condiciones para culminar sus estudios.
Es por eso que en la Universidad de Costa Rica (UCR) se desarrollan dos iniciativas para abordar la discapacidad desde una perspectiva integral.
Una educación desde lo que se puede y no desde lo que no se puede
El Programa Institucional de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva a la Educación Superior (Proin) ofrece una serie de cursos para personas con discapacidad cognitiva que les brinda herramientas para incluirse en la vida universitaria, así como habilidades para la vida cotidiana.
Actualmente este programa es la única opción educativa que tienen las personas con discapacidad cognitiva luego de terminar sus estudios en educación secundaria, aseguró María Gabriela Campos Soto, psicóloga educativa y coordinadora del programa. “En PROIN no solo pueden iniciar sus estudios en lectoescritura combatiendo el mito de que esta población no puede aprender a leer y escribir, sino que además se incluyen y participan en actividades que la universidad genera”, concluyó.
El programa brinda aproximadamente 25 cursos por semestre entre los que destacan: Lectoescritura, Primeros auxilios, El cuerpo humano (orientado a ayudar al estudiante a ir a consulta médica en los centros de salud), Salud mental y Salud bucodental.
Para Campos, los principales logros del programa van más allá de las habilidades que aprenden en los cursos, pues además se potencia el desarrollo de habilidades sociales, están incluidos en un espacio donde usualmente son excluidos, se les respeta su edad cronológica, se rompen mitos sobre esta población, se les devuelve su valía como persona, y la educación se enfoca desde lo que puede hacer y no desde lo que no pueden hacer.
Gracias a la vinculación del programa con el Consejo de la Persona Joven, se destinaron recursos para crear en el año 2015 el Proyecto de Cursos Libres de Capacitación Laboral (Procala) y para el año 2017 se logró que la primera promoción de 41 estudiantes con discapacidad cognitiva se graduaran como asistentes de oficina, asistentes de biblioteca y asistentes de educación preescolar. Posteriormente, en el año 2019, se graduaron 21 estudiantes como asistentes de veterinaria, asistentes de restaurante y teatro.
Uno de los ajustes necesarios para el aprendizaje de las personas con discapacidad cognitiva es la repetición, por lo que es necesario la contratación de personal permanente que imparta los cursos al menos 3 veces por semana. Esta constancia solo fue posible con el financiamiento del Consejo de la Persona Joven, ya que todos los cursos que brinda el Proin se dan por medio de profesores ad honorem.
El programa también incluyó a personas sordas en los cursos de lectoescritura, no porque tengan una discapacidad cognitiva, sino porque su lengua materna es la Lengua de Señas Costarricense (Lesco) y en el sistema de educación especial no se contempla la lectoescritura como parte de su plan de estudios.
Según Campos, desde el 2015 y hasta la fecha, se han graduado 70 estudiantes y cerca del 40 % estaban ubicados en el mercado laboral. Sin embargo, con la pandemia, el 80 % de las personas con discapacidad cognitiva han perdido su trabajo. Un factor de éxito es el énfasis que se pone en la independencia de los estudiantes, ya que el programa tiene como una de sus principales reglas que los cuidadores, responsables o familia no pueden ingresar al campus universitario mientras se encuentren en clases.
Un apoyo en la recuperación
El Programa para el Desarrollo e Implementación de Tecnologías Apropiadas de Acceso en el Área de Salud (ED-2860) es un proyecto de acción social de la Escuela de Tecnologías en Salud, el cual consiste en la elaboración de ayudas técnicas, dispositivos e implementos, como férulas, ortesis y otros para personas con alguna discapacidad física y en un proceso de recuperación o terapia física.
“El proyecto está dirigido a personas con alguna limitación funcional o alguna dolencia a quienes podamos colaborar en la elaboración de alguna ayuda técnica y que les ayude con la dolencia y puedan ser más funcionales”, declaró Rosibel Zelaya, cocoordinadora del proyecto.
Estos implementos se elaboran en uno de los cursos que se les imparte a los estudiantes de la carrera de Terapia Física, para entregar a personas que se atienden en el Centro Docente Asistencial en Fisioterapia, ejemplificando así la vinculación entre el currículum académico y la población, por medio de la acción social.
Según la Encuesta Nacional de Discapacidad, alrededor del 27 % de las personas con discapacidad que utilizan algún producto, servicio o animal de asistencia enfrentan problemas con el uso de los mismos. El 83.4 % de estas personas indican que no se ajustan a sus necesidades, seguido del 11 % que reporta la mala calidad de estos y cerca del 10 % que no tienen dinero para repararlos o darles mantenimiento.
Es por esta realidad social y el sobreprecio que pueden tener estas ayudas técnicas que el proyecto ha alcanzado la meta de elaborar cerca de 250 férulas por año. Cada estudiante debe elaborar entre 8 a 10 aditamentos como práctica de aprendizaje. Los materiales son accesibles y las técnicas artesanales, pero efectivas, individualizadas a la medida del paciente. “Estas férulas que en el mercado pueden costar desde 70 000 hasta 150 000 colones, son gratuitas para las personas beneficiarias del proyecto”, indicó Judith Umaña cocordinadora del proyecto.
Otro de los componentes del proyecto es que los estudiantes reciben un taller de sensibilización en el cual, por un breve período, se simulan las condiciones de discapacidad para que los estudiantes vivan la experiencia, generen empatía y perspectiva de la personas con discapacidad. “Estos talleres se hacen con mucho respeto. Por más que se le venden los ojos a un estudiante o se le dé una silla de ruedas para que la pruebe en la calles de la universidad, eso no se asemeja a lo que una persona con discapacidad permanente tiene que vivir todos los días”, concluyó Umaña.
Una recuperación exitosa
“Soy de Matina y mis papás son pensionados como trabajadores bananeros y jamás hubieran podido pagar la terapia que recibí en el Centro Docente Asistencial en Fisioterapia”, indicó Arturo Mancia Elizondo, estudiante de cuarto año de medicina en la Universidad de Costa Rica (UCR), quien sobrevivió a un accidente en el que también falleció su mejor amiga Saray Ríos Ortega.El accidente le dejó serias lesiones, le diagnosticaron que iba a perder la sensibilidad y la fuerza en una de sus piernas, y fue gracias a la terapia que recibió durante un año y a la ortesis que le daba soporte a su pierna que recuperó la sensibilidad y, poco a poco, la fuerza y la marcha de una persona sin discapacidad.
“Yo vivía en residencias estudiantiles. Desde la residencia hasta la universidad tardaba caminando 10 minutos, luego del accidente me tomaba 45 minutos”, agregó Mancia.
Antes del accidente, Mancia ya tenía la intención de estudiar medicina; sin embargo, desde su discapacidad, afirma que desarrolló una nueva perspectiva al vivirla en carne propia y tiene como propósito en el ejercicio profesional como médico, dar un trato más integral y humano.
A través de este proyecto de acción social los estudiantes adquieren nuevos conocimientos y desarrollan habilidades útiles para su ejercicio profesional y, al mismo tiempo, los pacientes reciben un apoyo en su recuperación que mejorará su calidad de vida.
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