Esparzanos aprenden LESCO como herramienta personal y laboral
Las personas integrantes del grupo deletreando “LESCO” 1 en lenguaje de señas. Foto: Angélica Castro.
Cada semana en Esparza se reúne un grupo para unas clase muy particular. Aquí se aprende a hacer muecas y a aflojar las manos, y aunque el aula esté silenciosa todos y todas hablan a borbotones. Se trata del curso de LESCO de la sede de Esparza de la Universidad de Costa Rica (UCR), que inaugura esta semana el segundo nivel de enseñanza.
El curso forma parte del proyecto de acción social “Idiomas para la Comunicación Internacional” (ED-2884) de la Sede del Pacífico. Este programa brinda cursos de inglés, francés, italiano y LESCO en distintas comunidades puntarenenses.
La Lengua de Señas Costarricenses (LESCO) es un lenguaje viso-gestual desarrollado por la comunidad sorda de Costa Rica. Como todo idioma, tiene una gramática propia, que es diferente a la del español. Guarda muchas similitudes con el American Sign Language (ASL), el sistema utilizado en Estados Unidos.
Gina Campos Ramírez es la docente del curso y además trabaja como profesora de educación especial en el Centro Educativo Ivonne Pérez Guevara de Puntarenas. Ella intenta que cada clase sea muy dinámica, por eso se trabaja siempre sobre recrear situaciones. Y hay una regla importantísima: no utilizar la voz.
“Hay algo en LESCO que se llama comunicación viso gestual, que es que si usted no sabe la seña de esa palabra, intente hacerla, como cuando jugamos charadas. Hay que ser muy expresivo porque, por ejemplo dos palabras diferentes tienen la misma seña, pero dependiendo de su expresión tienen diferente significado”, agregó Campos.
“Lo más raro de aprender LESCO es acostumbrarse a hacer las señas y no mover la boca”, dice Karina Blanco Montoya. Esta esparzana es estudiante de Turismo y quiere aprender a hablar la lengua porque en su trabajo se trata con personas muy distintas. Es una oportunidad para mejorar el servicio, la calidad y el trato.
En 2012, con la publicación de la ley 9.049, el LESCO fue declarado como lengua materna nacional. Esta legislación obliga a las instituciones públicas y privadas a garantizar a las personas sordas su uso y a que el Ministerio de Educación Pública (MEP) lo incorpore en sus programas educativos y apoye su divulgación.
José Eduardo Sánchez Mena trabaja en el Hospital Monseñor Sanabria, en la sección de Validación de Derechos. Su trabajo le requiere atender a poblaciones sin seguro social y muchas veces ha tenido que ayudar a personas sordas, sin herramientas de comunicación necesarias. Por eso decidió estudiar LESCO.
“Si es mi paciente llega no es porque quiere visitarme, porque quiere comprarme un kilo de carne. Llega porque se siente mal, se siente enfermo, necesita ayuda”, explicó. “Me ha costado, no lo voy a negar. Estamos acostumbrados a que yo te hablo, pero viendo a los ojos. En el LESCO tengo que verte las manos y tengo que verte la cara. Quitar la mirada de verle los ojos a la persona a verle las manos es un cambio de 180°”, agregó.
Para Karina Blanco es importante que este derecho trascienda servicios esenciales como la salud y la educación, y llegue al entretenimiento y la recreación.
“Actualmente usted contrata un tour y difícilmente encuentra una persona que lo haga en LESCO. Si yo quiero irme de paseo y quiero conocer, a mí me gustaría que el guía me explique en mi idioma. Y normalmente la gente de afuera lo exige, por ejemplo el francés exige que le den el tour en francés. En este aspecto también se merecen el derecho y la igualdad de que puedan hacer turismo en el idioma de ellos”, agregó.
Campos está convencida de que la expansión del LESCO no es solamente una moda, sino que se basa en un cambio social que reconoce la importancia de la educación para derribar prejuicios y favorecer la igualdad.
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