Niñas y niños guapileños se labran mejores oportunidades mientras juegan con robots
El proceso de aprendizaje con robots hace que los niños y niñas disfruten tanto el proceso como si fuera un juego. Foto: cortesía del proyecto.
En la Escuela El Molino, cerca del centro de Guápiles, trece niños se reúnen cada lunes y durante dos horas “juegan” con robots. Al menos ellos creen que juegan, pero es fácil darse cuenta que entre tuercas, tubitos, empaques y cables enredados, se esconden aprendizajes importantes que trascienden la diversión de inventar, construir y programar un robot.
Se trata de una de las sesiones del Club de Robótica que organiza el docente Mauricio Argüello, en el marco del proyecto de Acción Social ED-2644, que se desarrolla en escuelas y colegios de la región para ofrecer a niños y jóvenes acceso al mundo de la tecnología y la robótica.
De acuerdo con Argüello, si bien el objetivo del club es fortalecer el pensamiento computacional de los estudiantes al tiempo que se fortalecen las habilidades de los estudiantes universitarios que lo apoyan, el proyecto sirve a un doble propósito pues abre las puertas a un mundo poco accesible para los niños y jóvenes que atiende, les despierta interés en la tecnología, desarrolla habilidades técnicas, matemáticas y creativas, y les incentiva a mantenerse en el sistema educativo. “Es un ganar-ganar-ganar, porque además se ríen todo el tiempo”, dice.
Por ejemplo, Tyron, de sexto grado lleva cuatro sesiones asistiendo, ya armó un robot, pero no le hizo mucho caso al manual. Él prefirió ser creativo. “No lo armamos todo como dice ahí, pero ya está terminado. Él puede caminar guiándose con el sonido, puede ver, perseguir colores, si lo chocan por detrás se da cuenta y da vuelta, también si ve algo para adelante se devuelve antes de chocar”, cuenta emocionado y confirma que ha aprendido mucho mientras se divierte.
Ashley y Sommer, también integrantes del club, cuentan que antes han tenido juguetes de armar, pero nunca como estos y que por eso están muy emocionadas. “A mí me regalaron unos legos para jugar, mi tía me regalo uno que era una boda, había que armar la iglesia y así; pero este es diferente”, dice Ashley. Sommer añade: “Hemos aprendido a armarlo todo, siguiendo las instrucciones, con todo y las conexiones eléctricas y ¡después lo vamos a programar!”
Yamileth Cubillo, directora del centro educativo, considera que los talleres son particularmente importantes cuando se llevan a cabo en comunidades como esta, que define como “marginalizada”, pues brinda acceso a herramientas de aprendizaje que no son accesibles y que permiten “desarrollar la inteligencia, la creatividad y el interés por carreras tecnológicas, que es el futuro”.
“Es que son juguetes, pero no son sólo para jugar, eso es lo más importante. Ellos empiezan de cero, con una caja con piezas y ya ahora tienen juguetes armados por ellos y pronto, programado por ellos. Por eso se ponen tan contentos”, añade.
De acuerdo con la docente, es por eso que quienes asisten al taller son elegidos por las maestras. Escogen dos representantes por grupo, priorizando a estudiantes que están expuestos a mayores vulnerabilidades o aquellos que pueden estar más cerca de la deserción escolar. “De hecho, este taller se alinea con el plan de la escuela, que es absorber a los niños después de las 2:20 p.m. que salen. Siempre intentamos tener actividades extracurriculares, la banda, talleres, algo, para que no estén en la calle”.
Mauricio Argüello comenta que durante las sesiones que se desarrollan en cada escuela, los niños y jóvenes aprenden a armar los robots como se indica en las instrucciones que incluyen, luego se les enseña a manipularlos y programarlos y finalmente, si hay tiempo, se les permite construir un robot sin instrucciones, con sólo creatividad y programarlo para que cumpla las funciones que deseen asignarle. El proceso, dice, permite generarles entusiasmo por la tecnología y a la vez, incentivar que permanezcan en el sistema educativo formal, mejorando sus oportunidades para la vida.
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