Adultos mayores realizan talleres en escuelas primarias
Con juegos tradicionales el PIAM llega a escuelas caribeñas
El objetivo del libro “Matarilerilerón. Aprendo y juego con mis abuelitos” es propiciar un encuentro generacional entre personas adultas mayores y estudiantes de centros educativos mediante talleres de juegos tradicionales. Foto cortesía EC-256.
Tras el relajamiento de las medidas sanitarias aplicadas por la pandemia de la COVID-19, atrás quedó el confinamiento para estudiantes, que para el ciclo lectivo 2022 llenaron de nuevo los centros educativos del país con juegos y reencuentros.
Pero el regreso a las aulas ha estado marcado por ansiedad y para contribuir a mejorar el ambiente en los centros educativos un grupo de personas adultas mayores iniciaron una gira por centros educativos limonenses, para compartir con estudiantes de primaria los juegos tradicionales con los que crecieron.
Estos talleristas pertenecen al Grupo de Danza y Proyección Folclórica de Personas Adultas y Adultas Mayores "Al Son de la Vida" y otras instancias del Programa Institucional para la Persona Adulta y Adulta Mayor (PIAM), quienes previo a la pandemia de la COVID-19 presentaron la edición del libro “Matarilerilerón. Aprendo y juego con mis abuelitos”, bajo la coordinación de la Lic. Maribel Matamoros Sánchez.
El Grupo de Bailes y Proyección Folclórica “Al Son de la Vida”(EC-256), es un proyecto de Acción Social del PIAM y la Escuela de Educación Física y Deportes (Edufi-UCR).
El primero de los talleres se realizó el pasado 31 de mayo en la Escuela Cimarrones, en Siquirres, y en ese centro educativo el personal docente recibió a las personas talleristas para emprender una jornada llena de juegos tradicionales, en la que “adultos y adultos mayores enseñaron los juegos de antaño, transmitiendo los valores que definen al costarricense y rescatando de esta manera parte importante de nuestra identidad cultural”, explicó la Lic. Matamoros. El segundo se realizó el pasado 7 de junio en la Escuela La Vega Madre de Dios, en Matina.
Durante horas, estudiantes de primaria brincaron el mecate, jugaron a las bolinchas y a las rondas, juegos que en décadas pasadas llenaron los patios de las escuelas, las plazas y parques costarricenses. Sin embargo, con la irrupción de la tecnología y la carencia de lugares para el esparcimiento al aire libre las nuevas generaciones desconocen estas actividades de entretenimiento colectivo para dar paso a los juegos “en línea” que promueven más lo individual y lo colectivo sucede a distancia desde el uso de la telefonía celular.
Ante ese panorama, es que las personas de esta agrupación artística se dieron a la tarea de recopilar en la publicación mencionada esos juegos que aprendieron en su niñez, pero que debido a las limitaciones sanitarias que irrumpieron tras la presentación del libro, no les permitió llevarlo a escuelas del país mediante estos talleres.
“El libro fue fruto del trabajo de dos años que implicó la recolección de cómo personas adultas y adultas mayores provenientes de diversas provincias de Costa Rica jugaban cuando eran infantes. Para lo anterior, se elaboró un instrumento para unificar la información por incluir en cada apartado. Asimismo, se procedió a una búsqueda bibliográfica en los manuales de tradiciones folclóricas para recuperar la mayor cantidad de juegos tradicionales del país”, anotó Matamoros.
Matamoros recalcó que estos talleres son la segunda parte de este proyecto, porque Al Son de la Vida no solamente es el baile, también tiene fines de proyección y rescate de las tradiciones costarricenses, y en este caso la idea era ir más allá: fue aplicar la investigación realizada y compartirla con las nuevas generaciones, detalló.
Vitalidad dorada
Para Carmen Mora Sandí, integrante del grupo Al Son de la Vida, la experiencia vivida en los talleres fue sumamente vibrante. Una de las curiosidades es que “los escolares se sorprendieron de la energía que tenemos las personas adultas mayores porque muchos creen que nosotras estamos sentadas en un sillón de la casa viendo televisión, y durante los talleres jugamos con ellos y aprendimos mucho de lo que ellos también nos enseñaron”.
Mora fue la encargada de coordinar las rondas tradicionales, pero “no se trataba solo de enseñarles, en algún momento yo les pregunté qué otras rondas conocían y aprendí otras nuevas para mi. No hay palabras para explicar lo mucho que disfruté, el amor que me compartieron y la alegría de ese día”.
Por su parte, Andrés Wong Sanchun, con 90 años y 10 años de ser integrante de la agrupación, impartió clases de cómo usar el trompo. “Algunos chiquitos ni siquiera sabían cómo se enrollaba el cáñamo en el trompo, muchos aprendieron y a otros les costó un poco. Estos juegos son importantes porque nosotros jugamos desde pequeños, pero la mayoría no saben nada de ellos. Yo tengo tiempo en este proyecto y hemos hecho varios talleres. Para que vayan cogiendo una rutina”.
Entre los hallazgos detectados por las personas talleristas es que las personas docentes de menor edad desconocen este tipo de juegos, y cuando se le ofrece a los escolares la oportunidad de dejar de lado sus celulares participan activamente. “Yo y otra compañera enseñamos a brincar mecate, los chiquitos no querían dejar de jugar; la fila era eterna para esperar el turno. Nos gustó ir a una zona rural y conocer todo el movimiento de una escuela; ver disfrutar a los niños nos transporta a la niñez. Es muy importante que comprendan que es importante la actividad física, nos dimos cuenta que no conocían las bolinchas, los trompos, la rayuela y otros juegos ni se les pasaba en la cabeza que existían. Disfrutamos mucho la mañana”, comentó Xinia Calvo Méndez, quien desde hace ocho años es parte del grupo Al Son de la Vida.
Aportes del juego tradicional
El regreso a la presencialidad ha representado un reto para el personal docente, que tras dos años de virtualidad se encontraron con una población estudiantil que intenta adaptarse al nuevo contexto.
En ese sentido, la Lic. Matamoros considera que los juegos tradicionales pueden convertirse en una herramienta muy útil porque éstos implican aprendizaje del trabajo en equipo y a enfrentar la frustración que implica perder el juego. Además de motivar a la actividad física, juegos como las rimas estimulan la memoria y el aprendizaje matemático, sobre todo en aquellos estudiantes que están en las primeras fases de la lectoescritura.
“Estos juegos no solo se relacionan con la identidad cultural, en ellos existe un rescate de valores y se aprenden esas competencias sociales tan necesarias como la tolerancia, el respeto, la empatía y se construyen lazos de amistad”, aseguró.
Asimismo, la coordinadora del proyecto agregó que este tipo de talleres fortalece el vínculo con la sociedad, ya que no basta con generar este tipo de investigaciones sino que es importante compartir sus resultados con las personas.
El libro “Matarilerilerón. Aprendo y juego con mis abuelitos” es de distribución gratuita para los centros educativos y bibliotecas que lo soliciten. De la misma manera, para coordinar un taller con las personas integrantes del grupo “Al son de la vida” puede contactar la docente Matamoros a los correos electrónicos maribel.matamoros@ucr.ac.cr o piam.vas@ucr.ac.cr, o llamando al teléfono 2511-1500.
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