Relatos de Caño Negro sobre trabajo comunitario
Andrés Castellón Altamirano y Yaritza Amador destacaron también el valor que tiene todo este proyecto para sus hijos y para todos los niños y niñas de la comunidad, como un espacio para desarrollar aprendizajes, nuevas experiencias y nuevas formas de valorar el espacio y la comunidad en la que viven.
A la 1:35 de la tarde comenzó a llover, el olor a tierra mojada perfumó la tarde y una vez más, nos recordó que estábamos lejos del San José lleno de carros y personas caminando hacia todas direcciones.
Estábamos a aproximadamente 150 kilómetros de la capital, en las comunidades de Los Sitios y las Flores, en Caño Negro de Los Chiles ubicado en la Zona Norte de nuestro país. Acá, llegaron hace 2 años estudiantes de Construcción Organizativa SocioAmbiental (COSA), un proyecto de Iniciativas Estudiantiles de Acción Social que desde entonces, visita periódicamente la comunidad para incentivar la unión, inicialmente mediante un rancho comunitario que fue construido de manera colectiva. Este fue el inicio de una nueva historia en estos dos pueblos, pues anteriormente estos poblados estaban muy separados.
Tras una nueva visita el pasado 28 de mayo, algunos miembros de la comunidad comentaron sus experiencias y aprendizajes.
Como relata Erlinda Marbelis Leiva, vecina de la zona, la iniciativa COSA llegó a apoyarlos en todo el proceso de construcción del proyecto inicial “Lo primero fue el rancho, ahí fue cuando nosotros aprendimos de ellos y ellos aprendieron de nosotros y lo continuamos haciendo así, pero también ese fue el momento en que se acabaron las fronteras entre los vecinos”, destacó.
Jafet Vargas Sequeira, joven de 18 años, residente de El Sitio en Caño Negro, comentó que siente un mejoramiento de la comunicación entre ambos pueblos, cuando recuerda lo difícil que era antes la interacción entre los vecinos.
“Ahora hay mayor compartir, desde que se inició el proyecto, hemos comenzado a vivir unidos como un sólo pueblo”, relató.
Además compartió que su mayor aprendizaje ha sido estar en comunión con los otros miembros de la comunidad, aprovechar el tiempo y divertirse sanamente.
“Juntos construimos nuevas cosas, como este rancho en el que hoy bailamos, ahora nos apoyamos entre sí. La verdad es que esta experiencia yo la voy a llevar en el corazón toda la vida”, indicó el joven.
La madre de Jafet, doña Rosalba Sequeira Duarte, de 37 años, destacó que la mayor enseñanza que le ha dejado el proyecto consiste en aprender a vivir.
“Independientemente si somos de diversa raza, color, etnia, si somos ricos o pobres o de diversa nacionalidad, no existen las diferencias, todos somos seres humanos, todos valemos lo mismo y tenemos los mismos derechos y las mismas situaciones, problemas y limitaciones y apoyarnos unos a otros es la clave para estar mejor”.
Otra de las experiencias la compartieron Yaritza Amador y Andrés Castellón Altamirano. Para don Andrés, desde aprender a construir un rancho, hasta observar cómo se trabaja el bambú o cómo construir un horno, es parte de la gran experiencia que ha tenido.
“Lo que más valoro es la unión que hay ahora, pero sobre todo la idea de trabajar juntos, unidos por objetivos de todos, que traerán mejor futuro para los niños y las niñas” expresó.
Por su parte, doña Yaritza contó que antes “los vecinos con la mirada le decían que no se arrimara, ahora la gente se conoce, se apoya, se sembró amor en la comunidad, antes no había, pero ahora lo que hay es amor”.
El trabajo desarrollado por el proyecto de iniciativas estudiantiles Construcción Organizativa Socio-Ambiental sigue su curso en estas comunidades, ahora pretenden motivar a las comunidades a poner a trabajar todo lo que se ha construído: el rancho comunitario, la huerta comunitaria y el horno comunitario.
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